domingo, 20 de octubre de 2013

Me gustan las palabras fuertes, dolorosas y afiladas.
Las lineas rectas, la gente complicada.
El monocromo bien contrastado;
la mancha, infinita y aguada.
Los bordes nítidos,
el bokeh.
La acuarela, los pinceles muy finos, número 0 siempre,
1 si me despierto osada y
cuadrados si me despierto sin expectativas.
La delicadeza,
las sombras duras.
Cortázar en la cama, Poe en el colectivo
(no quiero dejar más malos recuerdos en mi cama).
Dormirme viendo lo hecho, despertarme con los cuadernos cerrados
(a la vergüenza hay que experimentarla bien hasta el fondo).
El inglés, tan simple como yo a veces
y el argentino, tan complicado como yo tantas otras.

Los puntos.
Stops.

trapped

Un abrir de ojos más que ensayado y una esperanza, si no desvanecida, al menos descendente. El mismo paisaje, ninguna alteración; el mismo metal oxidado, dispuesto en líneas cada vez más rectas y que cada día se siente más frío, que parece no tener límite, al igual de una incomodidad cada día más dolorosamente cómoda. Él, cada día más literal, carcelero de todo lo que ella quiso y ya no se acuerda. ¿Que es obra de la voluntad suscitada más involuntariamente? ¿Que nadie es más culpable en la historia, sino quizá más víctima? La compasión es su verdugo menos piadoso.