sábado, 11 de agosto de 2012

Al perro de la china lo iban a sacrificar y la china me dio como tarea ocuparme de él y salvarlo, en algún momento esta tarea se convirtió en acompañarlo y estar con él como un maniquí sin culpas mientras lo sacrificaban, yo estaba a su derecha y él a mi izquierda, encerrado, sin posibilidad de escaparse, y yo lo veía morir durante toda la noche, sin poder dormir, en el piso oscuro y gris, sabiendo que tenía más culpa de la que la china pensaba, pero no sabía cómo la había obtenido.