viernes, 10 de agosto de 2012

Casi sueño, no hay figuras que se agrandan ni se achican, no hay colores distintos, los reemplaza un bebé con la mollera aplastada, ¿aplastada por quién? Tocan la puerta, no abro, tocan la puerta, no abro, siguen tocando.
Tipos entre 40 y 50 años, me siguen, pero no tengo miedo. Vienen de a pares o tríos, intentan pasarme mensajes que no tienen nada que ver conmigo. Los conozco, los crucé en la callé, me tomé su mismo colectivo, los leí en un libro, los vi siendo extras. Me despierto, lo anoto en mi libreta. Otros hombres, otros mensajes, otra anotación. Me despierto miles de veces, las notas no están. Estaba dormida, y todo lo que escribía lo dejaba elevado en el mismo sueño, deja de existir, no hay manera de volver a leer el libro, de volver a tomar el bondi, de volver a caminar por esa calle.